EL REGALO
- Luxury&Suicide
- 1 ago 2018
- 9 Min. de lectura

Hoy es mi cumpleaños, tenía ganas de que llegara este día. El Amo dijo que tenía algo especial para mí. Mi cuerpo no sabe si temblar o excitarse por la expectación. Estoy tan nerviosa que hasta huiría.
Este estado de intranquilidad hace que vaya corriendo a la ducha dispuesta a que el agua me recorra lentamente. Exfolio mi cuerpo, me encanta notar como mis manos masajean mi piel con el frío barro, el baño se va inundando de su rico olor a rosas y especias. Lo quito suavemente con la ducha, mi piel se estremece con el contraste de frio y calor. Enjabono mi pelo dando un suave masaje, lo aclaro y pongo acondicionador en él. Cojo la esponja, pongo en ella mi gel favorito, recorro cada extremidad, cada rincón de mi cuerpo, enjabonándolo suavemente. Recreándome en mis pechos, mi trasero, mi estómago. Sin darme cuenta, he conseguido excitarme. Mi respiración se acelera, pequeños jadeos comienzan a salir de mi boca, una imagen en mi mente: la fría mirada de Mi Amo desaprobando mis actos. Es el momento de parar, no quiero tener que confesar pecados el día de mi cumpleaños y arriesgarme a quedarme sin regalo. Borro la idea de continuar dando gusto a mi cuerpo a pesar de que estaba bien preparada para sentir placer y explotar.
Me aclaro lo más rápido que puedo. Me seco pasando la toalla suavemente por mi piel y miro de reojo la crema corporal… Ay! Huele tan bien! Mejor no sigo tocándome o irremediablemente acabaré por correrme estropeando mi sorpresa. Tanta excitación acabará conmigo, pero hoy no puedo controlarla como otros días, es la expectación y la curiosidad lo que hace que sucumba mi entrepierna y la dé vida propia.
Vi mi ropa extendida sobre la cama. El conjunto interior, que había comprado para la ocasión, destacaba sobre la ropa negra. Un raso suave de color azul que acariciaba mi piel. Me sentía orgullosa de no haber caído en la tentación de coger el corsé negro. Me gusta como lucía sobre mi cuerpo, no podía parar de imaginar a Mi Amo mirando su regalo, aunque siempre cabía la posibilidad de que no le gustara y prefiriera el negro habitual. Absorta en mi pensamiento agónico, que me llevaba a tener un pequeño ataque de pánico, terminé de vestirme. Ya estoy preparada para recibir mi sorpresa.
El camino hacia casa del Amo se me hizo relativamente corto. Estoy en el umbral de su puerta, mi corazón late con fuerza y ansioso. Mi respiración agitada, una punzada en mis entrañas que duele casi como un azote del Amo cuando se enfada.
Abrí la puerta sigilosa, esperando encontrar a Mi Amo en su estancia favorita, en su sillón favorito. En cambio, me he encontrado con la habitación iluminada con velas, un olor incesante a almizcle, dos copas de vino, una cubitera con Argum y una pequeña nota sobre una caja:
“Querida Sumisa:
Sírvete de ponerte cómoda, ponte una copa de vino. Antes de que la acabes yo ya habré cruzado la puerta.
Disculpa mi ausencia.
Tuyo, Tú Amo.
PD.: Abre la caja”
Sostengo la caja en mi mano, la observo, pequeña, cuadrada, de color negro, adornada con un bonito lazo blanco con topos negros.
Acaricio la tapa, mi mano tiembla y duda al abrirla. En su interior, bajo un trozo de raso negro, un dado blanco, de tacto frío y pesado. Juego con él entre mis manos, ¿para qué demonios servirá este dado…?
Con esta idea en la cabeza me pongo una copa de mi vino favorito y me acomodo en el sillón preferido del Amo. Sopeso el dado en mi mano derecha. Lo miro, no tiene ningún sentido para mí. Oigo el ruido de la puerta al abrirse, mi piel se estremece al oír los pasos de Mi Amo adentrándose en la habitación. Solo su presencia ya me inquieta, hace que mi respiración se pare momentáneamente. Me estremece.
Me levanto y me acerco tímida para ponerme frente a él. Extiendo mi mano mostrándole el dado.
- Feliz cumpleaños, sumisa.
Mete su mano en el bolsillo, saca un papel enrollado y me lo da a leer.
Es mi lista de castigos, me la hizo escribir el primer mes que estuve con él. De eso hace cinco. Lo desenrollo, para descubrir mi letra, con seis castigos numerados del 1 al 6, obviamente:
1. Restricción del orgasmo. Desesperación, dolor, agonía.
2. Pinzas en los pezones, mientras el Amo se divierte dándome toques. Dolor.
3. Arrodillarme con granos de arroz pegados en mis rodillas. Dolor, desesperación, recuerdo posterior, marcas.
4. Contar cada azote, cada varazo, cada golpe de fusta… Humillante. Dolor, marcas…
5. Atarme y privarme dejarme solo el sentido del tacto. Inquietante.
6. Excitarme, tocarme, hacer que mi cuerpo tiemble para después introducir un hielo en mi entrepierna. Mientras el Amo disfruta del momento, viendo como lucho por no expulsarlo de mi interior. Humillación, dolor, sentimiento incómodo, despídete del orgasmo.
A continuación de mi lista, una nota de Mi Amo
“Este es tú regalo, ahora tira el dado y yo sufriré -solo hoy- uno de esos castigos. Sin embargo, el que ocupa el número seis será un comodín y podrás elegir cualquiera de los otros cinco. Hoy serás Mi Ama y yo tú sumiso. Disfruta el momento”
Mi cara debe ser todo un poema, no puedo imaginarme haciendo pasar por eso a Mi Amo, un escalofrío recorre mi espina dorsal.
Me besa, fuerte, apasionado, profundo, ansioso. Agarrando con firmeza mi trasero, como si lo fuera a perder.
- Pero Amo…
- ¿No te gusta sumisa?
- NO… si… no lo sé.
- Bueno, aún mando yo. Tira el dado.
Las palabras salen de su boca, autoritarias, sin dudas. Me da el dado, juego con él entre mis dedos. Mi mente vuela, no quiero hacerlo. Aunque reconozco que en el fondo podría devolverle algún momento. Me hace esbozar media sonrisa la idea.
Decidida tiro el dado sobre la mesa. Da vueltas mientras mi expectación y excitación aumenta. Me mareo, mis pensamientos fluyen en círculos, me siento el dado.
La incertidumbre y nerviosismo inicial se ha ido disipando mientras el dado se para dejando ver los seis puntos perfectamente ordenados. Se me hiela el corazón, ahora tendré que elegir castigo. Respiro hondo y profundo mientras Mi Amo se acerca, me da un beso rápido. Se arrodilla frente a mí.
- Empieza el juego, mi ama.
Una luz en mi mente se enciende al oírlo. Por un momento tengo ganas de levantarlo, llenarlo a besos y suplicar su perdón. Aunque el pensamiento pronto da paso al poder que siento en ese momento.
Paseo alrededor de él, observando su perfecta postura. Me pregunto si a mi se me verá de igual manera. Doy un par de vueltas hasta pararme frente a su rostro. Me siento más alta, más hermosa, más fuerte.
Comienzo a desabrochar mi collar. Él mira expectante, sus ojos bien abiertos. Me inclino sobre él, acariciando su rostro, perfilando su cuello con las yemas de mis dedos. Sostengo el collar con mi mano izquierda haciendo que no lo pierda de su visión. Se lo acerco al cuello y por instinto él se retira.
- Un sumiso se ve desnudo sin su collar a pesar de sus bonitos vaqueros.
Sin mediar palabra, Mi Amo, vuelve a su postura correcta.
- Así me gusta, sumiso mío.
Mis manos, temblorosas, abren el collar de nuevo acercándolo al hermoso cuello del Amo. Me sonrío al pensar la suerte que ha tenido en que hoy llevara mi collar exclusivo para él, y no el de cristales negros que me dio para llevar siempre. Se hubiera visto ridículo con uno tan femenino rodeando su garganta.
Lo cierro cuidadosamente y lo coloco centrado a sus clavículas. Me aparto para observarlo y contemplo mi obra de arte.
Me siento en el sillón mientras el mira. Instintivamente dejo mis piernas abiertas frente a él unos segundos hasta que lentamente las voy cerrando y cruzando una sobre la otra. El Amo abre sus ojos, se le van a desencajar, noto su ira y enfado,
- Algo que decir sumiso- Niega con la cabeza.
- No te oigo.
A regañadientes y con un tono seco, sus palabras llegan a mis oídos.
- NO AMA.
- Bien, eso me parecía a mí.
Creo que el poder me ha embriagado y seguramente acabe por tornarse la situación en algún momento. Pero bueno, es mi regalo e intentaré disfrutarlo. Aunque sigue retorciendo mi estómago ver a Mi Amo arrodillado, en el fondo, me gusta la situación de ama que me ha concedido.
- Muy guapo sumiso, pero demasiada ropa. Quítatela para mí.
- Sí Ama
Miro como se desabrocha la botonera del pantalón y no puedo evitar sonreírme. Se ve la escena graciosa. Todo un Amo dominante y autoritario, luciendo un collar de sumisa, desnudándose para mí, con un brillo perverso en sus ojos.
Se deshace de su camiseta de algodón blanca, zapatillas, calcetines, pantalón y bóxers negros. Mmmm se ve hermoso, dispuesto y excitado plantado ante mí.
- Ve a la habitación y espera allí como un buen chico. Yo iré enseguida.
- Si ama.
A pesar de su desnudez, de mi collar, de mi autoridad ejercida sobre él, sigue siendo Mi Amo. Y al pasar por mi lado me mira y congela todos mis sentidos. Hace que mi cuerpo vibre. Por un momento, tengo ganas de arrodillarme ante él y pedir disculpas por mis faltas de respeto, pero quiero seguir con el juego. Así que, trago saliva y respiro profundo relajando mi mente y mi cuerpo.
Me lenvanto y me quito el vestido de color negro, de escote generoso y adornado con tachuelas de color plata, desde el pecho derecho bajan serpenteando hasta mi cadera izquierda. Dejo mi cuerpo únicamente vestido con un bonito corsé de color azul de raso, reforzado con ballenas metálicas que sostienen mi core, anudado con una lazada blanca. Termina en un liguero que mantiene mis medias negras en su sitio. A juego un culotte brasileño también en raso azul con un pequeño lazo blanco centrado con mi ombligo. Para completar el look, escogí unos altos zapatos con una pequeña plataforma delantera, color champagne y cubiertos de cristales trasparentes.
Camino con paso firme hacia el cuarto, mis tacones resuenan en el piso. Me paro justo bajo el umbral de la puerta para ver la imagen. Mi Amo, arrodillado en el centro de la habitación, hombros atrás, espalda recta, las palmas de sus manos posadas sobre sus muslos, las rodillas separadas. Su cabeza está alta, recta. La pequeña argolla de plata de mi collar brilla bajo su nuez. Un sentimiento de culpa y de negación invade mi mente y hace retorcer mis entrañas. Pero continúo y me pongo en su campo de visión. Contoneo mis caderas, balanceándolas suavemente.
- Te gusta lo que se ha puesto tu ama.
- Si ama, me gusta, mucho… muchísimo- Su voz suena excitada.
Me acerco a sus labios, los bordeo con la punta de mi lengua y la empujo dentro de su boca. Le beso segura de encontrar la misma respuesta deseosa de él. A pesar de la situación sus besos siguen siendo los de un Amo, el mío, y consigue atrapar su lengua entre sus dientes. Me flaquean las piernas, pero consigo deshacerme de su engatusamiento y separarme de sus labios.
- Apoya tus manos en el suelo y sepáralas de tus rodillas. Mantén esa postura para mí y muestra bien erguido tú culo.
Un gruñido sale desde lo más profundo de su garganta.
- No protestes y no lo hagas aún más difícil.
Su cuerpo obedece mi orden y se dispone a poner la postura. Le observo, me disgusta y a la vez me atrae la visión. Me acerco a su caja de juguetes, y a pesar de haber sopesado azotarle, me decanto por coger la fusta.
- Sumiso, no te he comentado mi elección de castigo… será el número 4. Contarás para mí hasta 13, serás correcto y educado.
- Si ama.
Acaricio su piel con la lengüeta de cuero que termina la fusta, recorro con ella su espina dorsal y hasta llegar a sus cachetes. Los bordeo y la duda recorre mi cuerpo.
- ¿Preparado? – Hago la pregunta para ganar tiempo y serenarme, la mano me tiembla tanto que no sé si conseguiré dar el primer golpe.
- Si ama.
Alzo la mano, alineada a su cachete izquierdo. Respiro tres veces y la dejo caer sobre él. El golpe y el sonido sobre su piel, hace que ruede una lágrima en mi cara.
Un gruñido que me llega a lo más profundo de mi alma rebota en las paredes de la habitación.
- Uno, gracias ama. Su voz suena pesada y honda.
Con el segundo golpe, mi segunda lágrima. Hasta ahora me divertía, ya no.
- Dos, gracias ama.
Preparo el tercer golpe de fusta, mis piernas flaquean. Mi mente se desborda, quiero acabar rápido con esto.
- Tres, gracias ama.
Yo ya había visto las marcas de fusta en mí, sin embargo, ver como se empezaban a formar en el trasero de Mi Amo me llenaba de tristeza. No necesito vengarme de nada. Decido ir más rápido para terminarlo cuanto antes.
La fusta va y viene golpeándolo mientras mis lágrimas me recorren el rostro. La rojez de su trasero ya es más que evidente y los verdugones empiezan a aflorar.
- Diez, gracias ama- su voz sigue siendo firme y segura.
Vuelvo a levantar mi mano pero esta vez dejo rodar la fusta por mi brazo hasta que golpea el suelo. Sin pensarlo dos veces me arrodillo a su lado, me apresuro a desabrochar mi collar y dejarlo caer al suelo.
- Ya basta Amo, no puedo más. No quiero más, no necesito más de esto. Solo quiero ser su sumisa.
- Lo siento Amo, lo lastimé, lo humillé lo…
Su beso acalla mis palabras, sus brazos rodean mi cuerpo y me agarran con fuerza.
- Mi sumisa.
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